La alfalfa pertenece a la familia de las leguminosas y su nombre científico es Medicago sativa. Se trata de una planta perenne, vivaz y de porte erecto. Es uno de los cultivos forrajeros más extendido en los países de clima templado.
La ganadería intensiva, debido a su elevada demanda regular de alimentos, ha generado una elevada necesidad de explotación de este cultivo a nivel industrial propiciando un mayor desarrollo del mismo, cuya principal finalidad es abastecer a la industria de piensos. Además también está presente en otros ámbitos y aplicaciones, como el paisajismo o su utilidad como cultivo conservacionista de la fauna. Los principales países importadores de alfalfa son Japón, Emiratos Árabes, China y Corea.
Gracias a su amplia experiencia, AZUD pone a disposición del agricultor la solución agronómica más eficiente para garantizar una mayor productividad en el cultivo de alfalfa, teniendo en cuenta las necesidades y recursos disponibles en cada caso.
La alfalfa es una especie de gran plasticidad que prospera desde regiones semiáridas hasta húmedas. La radiación solar es un factor muy importante que influye positivamente en el cultivo de la alfalfa.
La alfalfa se adapta a un amplio rango de temperaturas, algunas variedades resisten temperaturas de hasta 10º C bajo cero. A partir de los 10º C, la producción comienza a crecer, situando el rango más favorable entre 15 y 28º C según la variedad.
Requiere suelos profundos y bien aireados. Aunque se cultiva en una amplia variabilidad de suelos, es muy sensible a anegamiento. Suelos con menos de 60 centímetros de profundidad son poco aconsejables para este cultivo. El suelo óptimo debe tener una alta capacidad de retención de humedad, buen drenaje y estar libre de capas compactas.
El factor edáfico limitante en el cultivo de la alfalfa es la acidez. Se comporta mejor con pH mayores de 6.5. Es exigente en calcio, azufre y fósforo. Esta leguminosa no desarrolla bien en suelos salinos o alcalinos que poseen conductividades eléctricas superiores a los 8 mmhos/cm, que reducen la producción en un 50 o 65%.
Se requiere una cama de siembra que esté libre de malezas, con condiciones de humedad adecuadas, bajo nivel de cobertura de rastrojo y con una superficie firme.
La alfalfa germina entre los 5 y los 35º C, aunque la temperatura óptima para ello es en torno a los 25º C. Es importante la elección previa de semilla de una alta calidad física y genética.
La cantidad de agua aplicada depende de la capacidad de retención de agua del suelo, de la eficiencia del sistema de riego y de la profundidad de las raíces.
La alfalfa requiere la administración hídrica de forma fraccionada, ya que sus necesidades varían a lo largo del ciclo productivo. Si el aporte de agua está por encima de las necesidades de la alfalfa disminuye la eficiencia de la utilización del agua disponible. Está adaptada morfológica y fisiológicamente para resistir prolongados déficits hídricos, como consecuencia de que sus raíces pueden penetrar profundamente en el perfil del suelo.
Las necesidades hídricas de la alfalfa en el total del ciclo se sitúan entre 700-900 mm de agua.
La elección del sistema de riego adecuado para alfalfa depende de varios factores, incluyendo el clima, la topografía del terreno y los recursos disponibles. A continuación, ofrecemos una guía para seleccionar el sistema más adecuado: